Pero al despertar también sintió un extraño miedo en su interior, producido por una pesadilla de la cual no se acuerda, pero que sabe que tuvo. Mira a la mesita de noche que se encuentra de su lado de la cama, el lado izquierdo, porque su Mary ama dormir del lado de la pared, justo como haría una niña que no desea salirse de la cama. Apenas son las 3 am, y fuera sopla un fuerte viento de noviembre, el cual hace que los árboles cercanos golpeen sus ramas unas contra otras, produciendo un sonido un tanto fantasmal.
- Hora mala para despertarse, pueden venir los mostros (como los llama su hija) a tirar de mis piernas. Se ríe al pensar en esto. No es supersticioso, pero le gusta pensar en las creencias populares. No que las descarte, sino que “mientras no me pase a mí, no creeré”.
De afuera del cuarto (duermen con la puerta abierta desde que su hija, a los 9 meses, lo hace sola, ya que así podrían oír cualquier cosa que sea necesario oír mientras todos descansan) oye un crujir como de pisadas, justo a unos pocos centímetros de la entrada a su habitación. Siente como se acelera su corazón. No es pánico, pero sí cierto temor. Trata de justificar el sonido, diciéndose que alguna otra cosa más que pisadas ha de ser. ¿Pudo haberse despertado su pequeña y dirigirse a su cuarto en tal oscuridad de la noche? Es una posibilidad. Bien podría ser el efecto del viento que sopla en estas noches (en una casa de madera es normal que suceda esto). Espera. Siguen las pisadas y su corazón acelerado. Espera más. Es como si lo que sea que suene, no quisiera acercarse, sino solamente asustarlo. No puede ser su hija, ya lo descartó al no oírla llamar a su mamá, o cayéndose por tropezar con algún juguete dejado en el pasillo (¡Cómo detesta el desorden!, pero en ocasiones no hay tiempo para levantar todo, sino solo para ver la televisión entre los 3, comer y dormir). Piensa en que el viento es su explicación y se acurruca nuevamente bajo la cobija con el diseño de un león que le regaló su padre para un cumpleaños (¿Fue hace un año o dos, quizás tres? No lo recuerda). De pronto, cuando cierra los ojos, con su rostro en dirección a la puerta, escucha repentinamente que el sonido de pisadas que parecían hacer círculos fuera de la habitación se ha convertido en una clara y auténtica carrera hacia donde él está. Son solo unos 5 metros de distancia, pero se le antojan pisadas que se acercan por más tiempo de lo que requeriría recorrer esta distancia. Si se ha mantenido siempre escéptico, pero creyente a la vez, ahora es cuando el escepticismo ha dejado su vida y la certeza de que los espíritus nos rodean se centra con firmeza en su corazón. No puede moverse. Sus ojos se mantienen entreabiertos, como sostenidos por algún artefacto extraño (piensa en la película La Naranja Mecánica, en donde uno de los personajes es obligado a mirar algo y para ello ponen sujetadores en sus párpados). No puede siquiera echarse encima la cobija para sentirse protegido, tal y como hacen los niños. Ahora sí siente algo muy cercano al terror. Logra ver una silueta oscura que se acerca. Corre hacia él y justo a un metro deja de correr y se acerca a paso lento nuevamente. John observa aterrado, sin poder mover un músculo. Se acerca la silueta, llega junto a su mesa de noche y parece inclinarse como para hablarle a su oído. John intenta decirle algo, no que se aleje, sino un “¿Qué quieres?” es lo que le viene a la mente. Pero su boca seca no se mueve, grita en su mente esta pregunta, como forzando a que salgan de su garganta y labios las palabras, pero solo retumban en su cabeza. Tan pronto como se inclinó la silueta sobre él y John intentó lanzar la interrogante, esta oscura figura se erguía nuevamente en un movimiento que se antojaba eterno. Se retiró a paso lento de la habitación tal y como llegó. John intentó gritar nuevamente pero no pudo, tampoco moverse ni cerrar sus ojos. Pero a pesar del temor y lo real que se sintió lo vivido, no fueron necesarios ni 5 minutos para lograr dormirse nuevamente.