jueves, 9 de agosto de 2012

EL RÍO DE LOS SUEÑOS


En un lugar lejano, donde el silencio es guía,
a la orilla de un río, reposo.
Miro al espejo de agua serena, veo mi rostro.
Un pequeño golpeteo distorsiona la imagen.
Cicatrices parecen observarse.
Una mirada vacía.
La brisa que sopla hace mover el cesped alrededor
y las hojas de los árboles caer.
El silencio permanece.
A la distancia, por sobre una montaña, arcos semejantes a los de una puerta.
Al observarlos detenidamente, hipnotizado, dos sensaciones surgen.
Alentadora la una, desesperanza la otra.
A mi espalda, señales de lo que parece fue una batalla.
Sangre, armas, cuerpos sin vida, desolación.
Al mirar por sobre mi hombro, escenas como recuerdos vienen a la mente.
Una de estas escenas en particular, llamó más mi atención.
Un rostro pude observar, como de porcelana, rostro de mujer...
Miro de nuevo al espejo, una mano sobre mi hombro,
fría, pesada era.
Tocando mi hombro me percaté que nada había.
De nuevo viene a mi mente aquel rostro.
Fugaz la imagen fue, fugaz el rostro fue.
El reflejo de la luna cae sobre el río.
Las aguas parecen empezar a agitarse.
El cielo se tiñe de gris y el cesped parece secarse.
Sobre mi hombro la desesperación vuelve a la mente.
Mi reflejo sobre el río de nuevo observo.
Una extraña tranquilidad sobre mí reposó, al mirar a mi lado una sonrisa.
Fría sonrisa, dura sonrisa. Mas a pesar de ello, trajo aquella calma.
Intento ahora buscarla cada vez que miro hacia el río,
sin importar el alrededor, busco en mi mente aquel recuerdo.
Ahora la soledad no es tan pesada cada vez que me veo reflejado junto a este rostro.
Junto a aquellos ojos, que apesar de parecer vacíos, suponen un gran calor.
En el reflejo aquellos negros cabellos parecen danzar con el viento.
Esta ilusión me atrapa poco a poco.
Ahora el deseo es que mi próxima imagen reflejada en aquel mágico espejo
sea verme abrigado por aquellos brazos, que aunque toscos, llenan de relajación.
Luego de esto querré soñar en mi mente que esos labios se funden con los míos.
Frías son estas sensaciones, estos reflejos.
A pesar de ello, cada vez parecen ser más cálidos para mí
Ahora, ya no callo, ahora grito.
Grito...
Ven...
Abre ese frío corazón...
Abre mi frío corazón

Déjame sentir tu calidez...




viernes, 3 de agosto de 2012

EL CAMINANTE


La inocencia ha sido dejada atrás
junto con la esperanza.
El letargo de una indescriptible agonía.
Apatía hacia la vida que viene a visitar.
La quietud del mar ya no susurra dulces melodías al oído.
El universo ha empezado a estremecerse.
Extraños son aquellos a los que antes llamé familia, amigos.
Los recuerdos poco a poco han desaparecido,
el corazón poco a poco se ha enfríado.
Un bosque lleno de sonidos que como escalofríos
descienden por la espalda, es ahora el que camino.
Solo.
A la distancia un pequeño brillo parece asomar.
Un haz de luz que llena mis pupilas.
Caminar hacia él cruza mi mente.
Miro a mis pies descalzos, cansados.
Hay alguna razón para ir hacia esta luz?
El deseo de hacerlo es realmente pequeño,
más aún cuando con cada paso parece alejarse.
Parece difícil alcanzarla.
Hay un destino? Este realmente existe?
He logrado alcanzar la luz, su silueta es agradable a mis ojos.
Un abrazo, un beso, un deseo.
Todo tan fugaz como la vida en el desierto.
Una parte de mi desea seguir caminando, sin importar el pesar en mis pies.
Una parte aún menor, desea volver a sentir ese abrazo, ese instante nuevamente.
Ecos sin sentido rodean este bosque.
En él hay más muerte que vida, más hojas secas que frutos que alimenten.
Más carroñeros esperando a devorar lo que ya no tenga vida.
A lo lejos, en el horizonte, una inmensa luna roja, es todo lo que alumbra.
Una triste canción es la melodía susurrada por el viento.
Sigo luchando contra dos sensaciones.
Una, la escasez de latidos del corazón, otra, el deseo de sentir.
Una mayor que la otra, una más dominante.
Buscaré al anochecer nuevamente aquella luz, aquella silueta.
Aquel pequeño y extraño instante en el cual mis manos descendieron por haces de luz como cabellos.
Mas cuando ese minuto llega, parece eludirme.
Por ello seguiré teniendo en mi mano la balanza, pesando las dos sensaciones.
Seguir caminando descalzo y cansado, buscando el horizonte o
buscar abrazar una vez más aquella pequeña silueta de luz.