martes, 4 de enero de 2011

LA COSTA


Mientras el sol deja de brillar en esta costa,
cuando las olas de un agitado mar golpean las rocas
y remojan la arena con tristeza,
te he recordado.
Una sombra camina sobre la arena y el mar
que mojan y ensucian su vestido.
Negligente es su caminar y veo a través de ella su frío corazón.
Las nubes descienden y entristecen el atardecer.
La brisa sobre nuestros rostros sin cesar,
la brisa que trae malestar y un profundo dolor.
Penuria en esta costa vivo sin ella,
infierno que un día he de vivir si no la vuelvo a abrazar.
Una gota de agua salada nubla mi vista
y al caer hace eco en la inmensidad.
Susurro que en mi oído se repite incontable.
Voz que me llama con deseo.
Correré asustado a lo largo de tan larga costa,
mientras miro el día declinar 
y a ella lentamente huir.
Agonía será saber que la tuve a mi lado
y la dejé ir.
Oh dolor serás tú! Mi pasión equivocada
No quiso ella más a mi lado quedarse y la culpa ahora me ahoga.
Sigue el ruido del mar y el oleaje mortal no disminuye.
Lentos pasos demarcan un final,
el gran vacío que crea tristeza 
tan solo es el inicio de una gran e indeseable verdad.
No te vayas de mí,
destruye mi agonía,
ilumina mis ojos,
alienta mi corazón.
El fin del día se contempla en el horizonte.
La oscuridad desciende y me cubrirá
para que no pueda verte ya más.
Pesar que hace que mis ojos se cierren.
No han de abrirse de nuevo
en esta inmensidad de desolación